martes, 20 de diciembre de 2016

Dios Padre Creador de lo visible y lo invisible

Lo rezamos en el antiguo Credo a nuestro Padre Dios, Creador de todo lo que existe, del cielo y de la tierra, "de lo visible y lo invisible".
En estos días previos a la Navidad es bonito y bello meditar sobre el mundo de lo invisible, y todo lo que aparentemente no podemos ver y palpar nada más que con los ojos del alma, a través de la oración, los sueños, las revelaciones, los momentos de intimidad del corazón con nuestro Dios. Esos bellos momentos nos pueden sorprender en cualquier lugar y en el momento más inesperado, en el ruido de una calle, paseando..., o como le ocurrió a San Pablo y a tantas personas después. El Señor te tira del caballo del orgullo y la soberbia, de la falta de humildad, y te cambia para siempre convirtiendo las almas mas rebeldes en las mas sumisas, las mas arrogantes en las mas servidoras, las mas alejadas en las mas cercanas y fieles. 
El mundo de lo invisible no es una fantasía, ni una película de ciencia ficción, no es un bello Cuento con el que distraerse y soñar como hacíamos en la infancia que pasa con el tiempo. 
Es una realidad poderosa y apasionante, llena de bellos misterios de luz y protección, de Ángeles, Arcángeles, Querubines y Serafines, de vida y de amor; pero también está la otra dimensión, la de oscuridad, mentira, maldad y muerte.      
El bello Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, que cubrió con la sombra del invisible Espíritu Santo a aquella adolescente de Nazaret, a María, y trajo la luz de Redención al mundo con su Concepción; también convulsionó a las tinieblas.
José, el hombre bueno y justo, escuchó al Ángel en sueños, no dudó en acoger a María su esposa (que podía haber sido lapidada y sin embargo no tuvo miedo de su bellísimo embarazo, ¡como sería sentir crecer al Hijo del Altísimo dentro su vientre!), no dudó en huir con Ella y El Niño a Egipto salvandolo de un asesino cruel y cobarde de inocentes, de Herodes; a José le conocemos por sus acciones, no por sus palabras, siempre presto, valiente y diligente a la voz del Señor. Los peligros fueron reales y ciertos, fueron de pérdida de vida, conoció que se había producido la muerte de los inocentes, de todos los hijos varones menores de tres años de la Tribu de Israel; y el mundo de lo invisible actuó enviado por Dios para que se cumpliera su voluntad salvando al Niño que sin embargo debía morir en La Cruz. Y volvió de Egipto cuando pasó el peligro, otra decisión prudente, sabia y buena. 
Todo se narra en el Evangelio del día 30 de diciembre de 2.016:
"Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. 
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. 
Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto. 
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño. 
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno".
(Mateo 2, 13-15, y 19-23).
No debemos tener miedo de tomar decisiones acordes con la voluntad del Señor, seamos valientes, aunque no encajen en el pensamiento humano, si encajan en el divino siempre son acertadas, no al contrario porque solo llevan a la infelicidad y al peligro por escoger otro camino. 
María, José, el Niño Jesús; bella historia de amor, de fe absoluta en la voluntad del Señor, de mantener la esperanza contra toda esperanza. La Familia de Nazaret, el hogar del Hijo de Dios, el mas bello lugar sobre la tierra, en Belen, en Egipto, en Nazaret, en cada una de las casas y lugares donde estos días se acoge y venera a aquél dulce, bellísimo y tierno Niño. Imaginamos el inmenso amor que despertaría en sus padres, sabedores de la misión encomendada, todo compensaba por tenerle en sus brazos, por gozar de la dicha de cuidarle, acariciarle, besarle, ¡Como serían los besos de la Madre y el Padre del Hijo de Dios!, ¡como sería el amor del Hijo de Dios hacia sus padres de la tierra!.
Si Jesús se sometió a su autoridad en la tierra, ¿como los escuchará en el cielo?, pidamos su intercesión seguros de ser atendidos en nuestras plegarias. Seguros protectores de la vida, de la familia, de los hijos, de los padres, de los abuelos. De quienes queremos formar una familia, escuchemos las palabras de Dios, de lo invisible porque nada es imposible para Él, la vida, todo lo realmente bueno para nuestra alma eterna solo proviene de su voluntad.
Nuestro muy queridisimo Papa Francisco nos habla de ser apóstoles de la alegría del evangelio, del Niño Jesús, y de los abuelos y su papel importante dentro de la familia:   
Las Águilas vuelan hacia lo alto, y son las dueñas del firmamento, del espacio entre el cielo y la tierra. 




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